lunes, 24 de noviembre de 2008

Noche de Jazz (o como salir corriendo de una reunión de “artistillas”)

Para lo pequeña que es esta ciudad siempre hay alguna que otra cosa para hacer. Aunque no siempre de el gusto de uno. Yo por si acaso, y haciendo alarde del tiempo libre que tengo a lo largo del día, siempre voy mirando los carteles que hay por la calle, como si esperara alguna señal divina.

El martes por la mañana vi un cartel que parecía interesante. Leí la letra pequeña, me pareció que trataba de algo así como una performance musical y apunté la hora en esa memoria escurridiza y raquítica que tengo.

Quedé con Silvia y Manel y allí nos vimos los tres, sentados junto a unas 10 personas más, observando como tres personajes (dos hombres y una mujer) hablaban y dialogaban sobre arte. Otro hombre se levantó y profirió unas notas bastante burdas con el saxo. Todo aquello era un tanto esperpéntico. Metí la pata del todo. Pensaba que íbamos a ver una performance y no a una mesa redonda.

Además no entendíamos ni papa. Si el alemán ya es difícil, imaginaos a tres “artistas” (o lo que fueran) hablando a toda carrerilla entre trago y trago de birra, haciendo elucubraciones y fumando sus cigarrillos.

Pusimos pies en polvorosa, podíamos habernos ido cada uno a su casa, pero por suerte en el “Kasseturm” hacían “Jazzsession”. Este curioso garito siempre tiene algo que ofrecer, cada noche. Vamos que si estuviera en una baraja de cartas, sería el comodín.

Sin perder tiempo nos dirigimos hacia allí. Para entrar al “keller” del “Kasseturm”, donde hacían la sesión, hay que descender unos cuantos peldaños de piedra y vigilar no dejarte la cabeza con la bóveda (también hecha de piedra). Una vez abajo, un recinto circular, con una cúpula central, todo ello de piedra, con una iluminación suave, está chulo el sitio. Nos acomodamos en una mesita y pedimos la primera ronda. A partir de ese momento los recuerdos se confunden.

Empezamos a cascar cada uno de sus locuras. Poco a poco la sala se va llenando de gente. Unos chicos jóvenes empiezan a darle a los instrumentos. No lo hacen nada mal. La cosa empieza suave, pero paulatinamente va “increccendo”. Otra ronda. Una pausa para los músicos. Llegan algunos “erasmus” a los que conocemos. Empieza a haber bastante gentío. Estos dos no paran de fumar cigarrillos de liar. Risas. Palabras. Notas musicales. Fotos. Otros chavales han cogido las riendas de la sesión. Un jazz más vivo, acercándose al swing en más de una ocasión. La voz de una chica. Solos de percusión. Otra ronda de jarras de medio litro. Diálogos entre saxo y trombón. Humo de tabaco. Palabras. Y finalmente aplausos. Despedidas. Y cada uno a su casita.

Al día siguiente, además de ese intenso olor a tabaco adherido a la ropa, darte cuenta de que has dormido como un tronco y que la resaca que ahora llevas encima no es solo musical. Pero te lo has pasado bien, y eso es lo que importa,… vivir y dar vida.

Muchas veces la música es magia; el alcohol es solo un catalizador.




Este solo de batería lo cuelgo para mi cuñao Vilaltrons. Sé que los ha visto y tocado mejores, pero oye, acaso no es bonito que se acuerden de ti? jajjaja!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El primer vídeo me ha encantado. Una base bastante funky, de esas que incitan a uno a moverse. Y el saxofonista metiendo trullacos beboperos jejeje.

Ya podría haber más garitos así por aquí joder, sería un asiduo :P

Kreeslak dijo...

Joer que reseña mas suavica y envidiable, no como la ida de olla que de microfancine que "te" compré en el Salón, JuanK te odio con amor

JC : dijo...

Sip, lo mismo digo, ya podría haber mas de estos garitos por nuestras tierras...

y todo eso cada martes gratis.

JC : dijo...

jajaja. todos tenemos dos caras Kreeslak.

o mas de dos...

:P