Jena tiene aproximadamente 100.000 habitantes, por lo tanto, es algo más grande que Weimar. Luce, además, un aspecto de ciudad moderna, con más centros comerciales, tiendas variopintas y no tanto edificio histórico y clásico. Pero las poquitas cosas que se van encontrando en un paseo por el centro, algún trozo de la antigua muralla, alguna de sus torres, las iglesias y la plaza del mercado, son también dignas de ver.
Jena y Weimar están intrínsecamente relacionadas, fueron las dos ciudades más importantes de la Ilustración alemana. Que culmina alrededor de 1800, cuando la corte, la Duquesa Ana Amalia y su hijo, el duque Carlo Augusto, residen en Weimar y Jena albergaba la universidad más importante de toda Alemania en aquel entonces.
Los duques llevaron un régimen absolutista ilustrado y muy liberal, que propició el desarrollo de toda una constelación de personajes famosos e ilustres, como Goethe.
La universidad de Jena fue una de las primeras en Alemania. En 1548, la orden de monjes Ernestinos, por diversos conflictos bélicos, deciden trasladarse desde su antiguo emplazamiento de Wittenberg a Jena. Diez años después, en 1558, Fernando I de Habsburgo le concedió el estatus de Universidad a la, hasta entonces, llamada Hohe Schule (Colegium Janense).
Dibujo de Jena en 1720.
Goethe, gracias a su influencia en la corte, y apasionado también por todas las materias científicas que allí se impartían, consiguió, junto a otros ilustres personajes, convertirla en la universidad más prestigiosa del momento. Fue, por ejemplo, en 1784, cunado Goethe y el profesor de medicina Justus Christian descubrieron, en el Instituto de la Anatomía de Jena, el hueso “incisivum” en el hombre. Dicho descubrimiento representó uno de los primeros ejemplos de investigación científica racional. Además, antes del descubrimiento la carencia de este hueso había sido un argumento en contra del parentesco entre hombre y animal. Entre algunos de los ilustres de esta época se empezó a gestar la idea de que todas las especies compartían el mismo origen, teoría que Darwin presentaría 100 años más tarde, ya con pruebas más sólidas.
Lo más destacable de Jena, a día de hoy, es su Universiadad y la industria óptica y farmacéutica.
La Friedrich-Schiller-Universität Jena (FSU; Alma Mater Jenensis) es la universidad más grande e importante de Turingia. Diez facultades, 120 carreras y unos 21.000 estudiantes en 2006. La facultad de medicina, sin duda la más prestigiosa, gestiona el Klinikum der Friedrich- Schiller-Universität, un gran sistema de hospitales especializados (22 clínicas y 27 institutos). A esto hay que sumarle una universidad de ciencias aplicadas, la Fachhochschule Jena (FH Jena). 22 carreras universitarias (técnicas y sociales) y más de 5000 estudiantes.
La industria óptica nace en Jena de las manos de Carl Zeiss (1816-1888). Este hombre que había sido hasta la fecha mecánico, pero también constructor de lentes, estableció un pequeño taller en la ciudad con el fin de mejorar sus habilidades como mecánico óptico. Fue así, y gracias a la influencia de la universidad que poco a poco se hicieron famosos sus microscopios. El taller se convirtió en fábrica y al poco, también con el apoyo y las investigaciones de profesores de matemáticas y físicos de la universidad, como Ernst Abbe, Carl Zeiss se convierte en el mejor productor de microscopios, telescopios, proyectores de planetarios y objetivos fotográficos del mundo. En la actualidad la fábrica Carl Zeiss sigue funcionando y es una de las más reconocidas marcas de tecnología óptica y láser. Se le suma la empresa Schott Jenaer, que produce cristales especiales.
La industria farmacéutica, mucho menos relevante históricamente, nació con la ocupación soviética en el 45 y ha seguido hasta ahora, cobrando relevancia poco a poco y una vez más gracias a la influencia de la universidad.
Os seré sincero, el otro día cuando fuimos allí, a eso de las 12, porque con este frío no es cuestión de madrugar, no sabía ni la mitad de todo lo que os he contado ahora. Muchas veces me pasa eso, voy a una ciudad, luego me intereso por su historia y pienso que ojala lo hubiera aprendido antes de ir, o estando allí, no cuando ya me he ido. Pero por otro lado es como leerse un libro y dejar para el final el prólogo. No vas con ideas predispuestas.
Según mi amigo Raül, si piensas eso lo mejor es que te leas el libro, luego el prologo y luego te vuelvas a leer el libro. Lo que equivaldría a ir a la ciudad, luego aprender su contexto y su historia y luego volver a visitarla. Un poco trabajoso y, en algunos casos, difícil de llevar a cabo, pero al fin y al cabo una posible y muy válida solución. En todo caso dependerá de lo que te apetezca profundizar en dicho libro o en dicha ciudad.
Pero bueno, volviendo al tema, la visita estuvo muy bien. Se vinieron con nosotros Silvia y Daniele. Desde la estación, un poco alejada del centro, logramos orientarnos para llegar a él. En parte gracias a el JenTower. Una torre cilíndrica y de color plateado, de 159 metros de altura que se debe ver prácticamente desde todos los sitios de Jena. Este edificio se construyo en la época de la RDA y e iba a ser para la fabrica Carl Zeiss, pero finalmente como torre de la universidad. El pueblo la llama también “Uniturm” o “Keksrolle” (rollo de galletas).
Caminando hacia allí nos topamos con un gran proyector de planetario. Ahora en el interior de un centro comercial, pintado, puesto sobre un pedestal y con un anillo de dibujos y textos explicativos, este proyector estuvo situado en la cúpula de un observatorio en el techo de la fábrica de Carl Zeiss en 1923, formando parte de lo que se convirtió en el primer espectáculo planetario del mundo. Funcionó cinco años, hasta que en 1926 se fundó el Carl-Zeiss-Planetarium-Jena, el planetario más viejo del mundo.
Zeiss Planetarium Projector.
Diciembre es época de mercadillos navideños, así que vimos el que allí se monta, un poco más grande que el de Weimar. Nos metimos una “currywurst mit pommes” (salchicha alemana con curry y Ketchup y patatas fritas) y una Köstritzer Pils entre pecho y espalda. Y un poco más tarde compartimos un Waffel con Nutella. En definitiva, lo que le gusta comer a esta gente cuando salen de su casa. Weihnachtsmarkt in Jena.
Estuvimos mirando chuminadas por el mercadillo y Silvia y Daniele se volvieron a Weimar. Nana fue a visitar una exposición de pinturas en el museo de la Ciudad y yo preferí dar una vuelta algo más amplia por la ciudad. De lo más destacable que pude ver, una tienda de productos Españoles y de Portugal, donde compré, cual nostálgico, un par de mantecados; un trozo de la antigua muralla con la “Johannistor” y la “Pulverturm” (torre de la pólvora); y un bareto/centro alternativo que me recordó a los que hay en Berlín: llenos de pintadas y carteles, seguramente antiguos centros okupados, en los que ahora además de tomarte un café o una cerveza, se hacen conciertos acústicos, exposiciones o demás eventos culturales alternativos.
Pulverturm y JenTower. Edad media y siglo XX.
Al rato recogí a Nana, dimos alguna vueltecita más y nos fuimos a la estación y para casa. Mientras esperábamos el tren entramos en una tienda de modelismo muy chula que hay anexa a la estación. Tenían hasta el más mínimo de los detalles para realizar tus maquetas de trenes. Muy friki, sin duda.
Dos últimas curiosidades históricas relacionadas con Jena y con Carl Zeiss. Jena fue la primera ciudad de toda Alemania donde se construyó, gracias a la expansión de la fábrica Carl Zeiss, un rascacielos parecido a los de la arquitectura americana de la época, el Bau 15, en 1915.
El segundo dato histórico y curioso es que Ernst Abbe, el físico que ayudó en el desarrollo de las lentes de Carl Zeiss, hijo de una familia pobre y teorético de la reforma social, consiguió que los trabajadores de las fábricas Zeiss y Schott trabajaran solo ocho horas al día, disfrutaran de períodos de vacaciones, de seguridad social y de derechos laborales. Algo bastante inusual en 1891. También gracias a la influencia de Abbe se inician muchos proyectos educativos, sociales y culturales de utilidad pública, en algunos casos fomentados por las fábricas.
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